lunes, 19 de noviembre de 2007

Ping Pong

Recientemente presentada en México durante la Semana del Cine Alemán 2007, esta película sorprende por la destreza con la que el director logró abordar y brindar un manejo adecuado a la psicología de un adolescente que, recién habiendo perdido a un padre que se ha suicidado, se enfrenta a una nueva decepción, esta vez a partir del rechazo amoroso que le dirige la esposa de su tio -concuña del padre muerto- poco después de que hubieran tenido relaciones sexuales.

Los personajes son solamente cuatro: Paul es un joven de 16 años que busca escapar de un duelo muy poco elaborado, así como de evidentes problemas con su madre, al albergarse en la casa de su tio Stefan. La esposa de este último, Anna, es aún muy joven en comparación con su pareja. Robert, el hijo de ambos y de la misma edad que Paul, es un muchacho un tanto soberbio y duro que no recibe del todo bien a su primo. De hecho la acogida de Paul es difícil para todos, pues no le esperaban. Al parecer Paul se ha tomado demasiado literalmente el ofrecimiento de apoyo que le ha hecho su tio Stefan durante el velorio de su padre.

Obligados por las circunstancias a hospedarlo, la familia va conociendo poco a poco a un jóven del que habían permanecido alejados debido a los problemas antaño presentes con los padres de éste. Y aunque es evidente en todo momento en Paul una gran tristeza y una profunda decepción, aún así también se nos hace patente una personalidad magnética y desenvuelta, si bien un tanto oculta y reprimida por la tragedia que recién ha vivido.

Son varias las circunstancias para que Anna, mujer hermosa, bastante mayor que Paul pero definitivamente más joven que Stefan, caiga ante la acometida de un joven que pide a gritos atención, cariño, y algo más. Un poco de instinto materno que no obstante se pierde ante la atracción física, el aburrimiento conyugal, los problemas que le representa su propio hijo adolescente, y el tener frente a ella a un atractivo muchacho frente al cual la atracción sexual se desborda, termina por perderla. Para ello, no hace falta sino la coincidencia de que su esposo Stefan deba ausentarse el fin de semana para atender asuntos laborales.

Antes de su partida, Stefan acepta el ofrecimiento de Paul de completar el mismo la construcción de la alberca al colocarle el mozaico que le hace falta. A cambio, Stefan le pagará en función del número de horas trabajadas. Paul no hace sino trabajar en la alberca. Ello posiblemente le hace bien. Después de todo, ha sido su padre quien le ha enseñado el oficio de fijar los mozaicos. Quizá este trabajo le ayude a elaborar los distintos sentimientos que debe dirigirle al progenitor que le ha dejado solo. Robert mientras tanto practica el piano pues en breve presentará el examen para entrar al conservatorio y su madre lo instruye severamente. Posiblemente todos se hubieran conservado sanamente distanntes si Anna no hubiera dado el primer paso con Paul al invitarle a pasear a su perro al bosque. Esta jugada es rápidamente aprovechada por Paul, quien le da un sorpresivo beso después de haber fingido que le ha picado una abeja. Anna se separa, pero no puede dejar de mostrar que le ha gustado.

Lo que sigue tiene pros y contras en el marco de la lógica argumentativa: No se nos explica del todo la razón por la cual Robert comienza a beber. Aunque desde el momento en que tiene que ir a despedir a su padre, quien se va de trabajo el fin de semana, Robert ya estaba bebiendo ¿Son suficiente explicación los celos que pudiera experimentar por la sorpresiva camadarería que se juega entre su madre y su primo, la causa para haber llegado borracho al examen del conservatorio?

En razón de que Anna llega después de este incidente sola a casa -Robert se ha bajado del coche al haber discutido con ella- no le es difícil a Paul aprovechar este momento para seducir a Anna, y en la propia recámara de ésta mantienen relaciones. Entretanto Robert hace su arribo: los mira sin decir nada, y se va a su habitación sin que éstos lo sepan. Sin embargo, momentos más tarde le hace saber a Paul que los ha visto. Cuando su padre llega, aún habiendo estado a punto de contarle la verdad, no lo hace, y auqnue Stefan tenga motivos para sospechar que algo extraño sucede en razón sobre todo de la rudeza con la que su hijo trata a su madre, no indaga más allá de tratar el asunto relacionado con el arribo en estado de ebriedad de su hijo al examen del conservatorio.

Algo más ilogico tiene entonces lugar: la madre sabe perfectamente que su hijo está enterado de su acción. Sin embargo, no hace nada para conciliarse o brindarle alguna explicación (si bien algo así sería muy difícil). Una noche se levanta y escucha a su hijo tocando el piano magistralmente, pero no no le dice nada al respecto. Antes bien, habla con el Stefan y le asegura que el problema de Robert es precisamente el piano, por lo que convence a su marido para que se deshagan del mismo ¿Con que fin? ¿Solamente para brindarnos una idea del egoísmo o maldad intrínseca de la madre? Este hecho, sin embargo, no tiene después reacción ninguna, y permanece dentro de la historia como cabo suelto y sin sentido. Robert persigue el piano, lo llora, y luego empuja a su madre que cae al suelo. Paul los mira sin hacer nada.

Paul, entre tanto, vive su propia tragedia: le pregunta a Anna cuándo es que piensa decirle a su tio lo que pasó entre ambos. Aunque exagerado, esta emoción sigue dentro de lo verosímil y se sostiene tanto por la pérdida que Paul acaba de sufrir, como por la edad que tiene: con 16 años es aún un niño que sufre un mundo que no entiende. Por su parte, quizá Anna esté verdaderamente loca, porque en vez de salvar alguno de sus dos frentes, dinamita la comunicación en ambos. A Paul le pide por tanto que se arregle él solo. ¿Para que pintarnos a una Anna despiadada y de mala calidad personal? Es decir, la historia se sostendría perfectamente sin estos detalles accesorios que no enriquecen en nada la trama sino que sòlo le quitan continuidad a la historia.

Pero no obstante estos detalles de incoherencia, la factura de la película es excelente, y el desarrollo de la mayor parte del drama, magníifico: la manera en que el director hace revelar a Paul ante un primo que no tiene de otra sino hacer a un lado su caparazón, cómo fue para él el descubrimiento del cadaver de su padre ahorcado, está exelentemente bien llevada. Las actuaciones de todos son muy buenas: Sebastian Urzendowsky (Paul), Marion Mitterhammer (Ana), Clemens Berg (Robert) realizan unas interpretaciones intachables. El final, en fin, es estupendo. Anna tiene un perro al que adora (quizá no quiera a su hijo, ni a Paul, ni a Stefan, pero ama al perro). Furioso y decepcionado, Paul tira a la alberca al perro, que nada durante horas antes de ahogarse. A la mañana siguiente, Anna lo descubre y lo llora, y al mirar hacia el bosque, se encuentra con la mirada de su sobrino que la mira antes de desaparecer en el mismo. (esta acción de un Paul sólo y desesperado se justifica por sí misma. Para ella no se nececitaba inventar una maldad en Anna).

En descargo de Matthias Luthardt, el director, debe decirse que no solo consiguió dirigir un muy buen filme y unas actuaciones estupendas, sino que éste es su primer largometraje. Quizá el único defecto estuvo en la revisión del guión.

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